"Cuando el cielo quiere salvar a un hombre, le envía amor" Lao-Tse. Que el amor sea tu única guía, sin mapas, sin dogmas, sin maestros, sólo amando...
Sospecho que hoy empiezo a Ser Canción, si seco un llanto. Y la canción con alma echó a volar y desde entonces los dos, vivieron más despacio, a pesar de su tiempo y de su espacio. Y un día como lluvia, ellos caerán y mojaran todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo" Silvio Rodriguez.

viernes, 20 de octubre de 2017

Coatlicue, la Gran Madre


“Su cabeza está formada por el extraño acoplamiento de dos cabezas de serpiente…”

La Metáfora de una Síntesis de la Fusión 
en conciencia: del CUERPO, LA MENTE Y EL CORAZÓN, EN ESPÍRITU, AL QUE EL SER SE ELEVA A TRAVÉS DEL MANEJO DE SU ENERGÍA Y EL RESTO DE SUS CUERPOS.

La historia y la cultura aztecas pueden ser vistas como el resultado de un complejo conjunto interrelacionado de mitos dinamizadores. 

La fundación en 1325 de Tenochtitlan, la capital mexica, ocurre en función del hallazgo de un signo premonitorio: el de un águila devorando a una serpiente. Este signo permanece, como revelador emblema de continuidad, en el escudo de la bandera nacional. La tribu que se establece en el centro de México habría salido de Aztlán, una ciudad mítica, en un peregrinar producto de una idea central para los antiguos mexicanos: la del agotamiento de un ciclo y la vigorización de otro. Esta idea se repetirá en las historias de las culturas tolteca y maya, cuyas ciudades, luego de haberse cumplido determinado ciclo, serían abandonadas. Detrás de estos abandonos subyace la idea de una profecía de renacimiento.

Este concepto de renacimiento cíclico es el que le da estructura a la llamada “nueva mexicanidad” (De la Peña 2012).

El mito de Coatlicue es, por otra parte, medular para la cultura azteca. Una de las versiones más influyentes y bellas de este mito es la que ofrece el Códice florentino. Traducido y transcrito en verso por Eduardo Matos Moctezuma (uno de los investigadores de la cultura mexica más importantes), su ritmo, aliteraciones y enumeraciones de carácter numérico-simbólico —ejemplo también de la integración de la poesía azteca con su cosmovisión mítica— no renuncian a ser en esencia un relato centrado en el origen bélico de Huitzilopochtli, la deidad principal del imperio azteca.

Aunque la belleza del Códice florentino es superior (véase en Reyes 2008: 69-73), su menor extensión y el enfoque en la dualidad astronómica nos hace preferir la versión que ofrece Soustelle en La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista (libro que resultó fundamental para el trabajo de Gilbert Durand, de quien se hablará más adelante):

Los aztecas fueron por excelencia “el pueblo del Sol”. Su dios supremo, Huitzilopochtli, personificaba al sol en el cenit […] Su madre, Coatlicue, “la de la falda de serpientes” —diosa terrestre— había tenido antes de él a los innumerables dioses estelares llamados “los cuatrocientos del sur” y a la divinidad lunar Coyolxauhqui, encarnación de las tinieblas nocturnas. La tradición refiere que Coatlicue había sido fecundada milagrosamente por una bola de plumón caída del cielo —el alma de un sacrificado— y que su hijo, que nació armado perfectamente con su serpiente de fuego (xiuhcoatl), derrotó a sus hermanos y a su hermana del mismo modo como el sol disipa la noche y hace desaparecer las estrellas (Soustelle 1970: 108).

Coatlicue es una diosa primordial, generadora de la dualidad —del día y de la noche; del oriente y del poniente; de la vida y de la muerte—, cuyo ciclo, para mantenerse y dar sentido a la vida del hombre, exige sangrientos sacrificios. 

Solo después de ella ocurren los renacimientos.






Yo le di la vida y él defendió la mía, sin importarle cómo ni contra quién tuvo que luchar, Huitzilopochtli me protegió con el calor de su valor. 

Mi nombre es Coatlicue, madre Tierra; mis hijos fueron los Centzon Huitznahua, hoy estrellas del cielo negro, Coyolxauhqui, la Luna de este mundo y el dios de la guerra, aquél que derrota a la diosa de la noche todas las mañanas. 

Ellos se convirtieron en leyendas celestes después de un accidente o tal vez milagro que trajo vida y muerte por igual. 

Mientras barría mi templo en la cúspide del cerro de Coatepec, un puñado de plumas de colibrí me acariciaron. Éstas cayeron del cielo, aún no sé si como una maravilla o un castigo, pero descendieron delicadamente para llegar a mis manos. Las tomé y las guardé en mi pecho; sin imaginarlo ni desearlo, una de estas plumas engendró dentro de mí y de inmediato supe que quien venía en camino era Huitzilopochtli, dios de la guerra, mi sangre, mi salvador y mi Sol. 

Cuando mis otros hijos supieron lo que había ocurrido, la cólera, el repudio y la venganza los invadió. Coyolxauhqui y "Los cuatrocientos del sur", como también llamaba a los Centzon Huitznahua, consideraron mi embarazo una ofensa para ellos, una traición imperdonable que merecía la muerte de quienes desconocieron como su hermano y por lo tanto la mía también. 

Todos llegaron de un solo impulso deseando atacarme hasta deshacer lo irremediable, pero Huitzilopochtli predijo esa injusta batalla y desde mi vientre se dispuso a luchar. 

Mediante una serpiente de fuego llamada Xiuhcóatl, el dios de la guerra combatió a mis inesperados enemigos; primero enfrentó a los Centzon Huitznahua, de ellos sólo se salvaron los que lograron huir hacia el sur. Los vi alejarse, de mí y de quien creyeron poder derrotar, ahora sólo puedo recordarlos en forma de destellos, pues por las noches alumbran el cielo como cientos de estrellas. 



La Tierra: Tonantzin-Coatlicue, la Madre Tierra Azteca.

En los pueblos mesoamericanos, las deidades femeninas estaban relacionadas con la Vida, la Muerte, la fertilidad, la Tierra y el Cielo.

Cōātlicuē, madre de Huitzilopochtli. Su nombre significa en náhuatl 'La de la Falda de Serpientes'. Diosa terrestre de la vida y la muerte. También recibía los nombres de Tonāntzin 'nuestra (to-) venerada (-tzin) madre (nān-)' y Teteōīnān 'madre (nān-) de los dioses (teteō-)'.

Era representada como una mujer usando una falda de serpientes y un collar de corazones que fueron arrancados de las víctimas de los sacrificios. Tenía garras afiladas en las manos y los pies. Coatlicue era una diosa sedienta de sacrificios humanos. 

Su esposo era Mixcóatl, "la serpiente de las nubes" y dios de la persecución. 

Como virgen, alumbró a Quetzalcóatl y Xólotl. Es la parte femenina de la dualidad universal: Quetzalcoatl/Cihuacoatl, o mujer serpiente.

Diosa de la tierra y la fertilidad, también muestra un lado más sombrío, en diversas representaciones la mitad de su rostro es de mujer y la otra mitad muestra un cráneo descarnado, pensando en la descomposición y degradación que hace de la tierra fértil en primer lugar. 

Coatlicue, diosa madre, es un claro ejemplo de la dualidad en la cual la cosmología precolombina se basa para explicar en interrelación con la Unidad última, la intrínseca relación vida y muerte, dos caras del mismo concepto.





También tenía garras alfiladas en sus manos y pies (de águila).

Coatlicue era una diosa sedienta de sacrificios humanos, observemos la metáfora de esta cosmología, para acercarnos a la comprensión de nuestra naturaleza humana vinculada a la consciencia. Su esposo era Mixcoatl, la serpiente de las nubes y dios de la persecución. 

El aspecto femenino y masculino en Uno. Tonāntzin (del náhuatl: tonantzin = nuestra madre venerada; de to, nuestro + nan, madre + tzin, venerar’) en la cultura y mitología mexic a es el término que se le designaba a distintas divinidades femeninas de origen telúrico.

Tonantzin representaba “La Tierra”, de donde surgimos y a donde volveremos, cuando cumplamos con nuestro proceso evolutivo según lo comprendían los aztecas. 

Tonantzin para los mexicas, era la madre de todo lo que existe, de los seres humanos y lo más importante, parte de la pareja divina que creó al mundo y a todos los seres vivos. 

Yaocíhuatl significa diosa o mujer guerrera. Ambas advocaciones, Tonantzin y Yaocíhuatl, son títulos añadidos al nombre de varias deidades femeninas, principalmente para Coatlicue y Cihuacóatl.

En la azteca como en la mayoría de las cosmologías politeístas, una divinidad puede tener distintos nombres, Huitztilincuatec “cabeza cortada de colibrí”; Toci “nuestra abuela”; Teteoinan “la Madre de los Dioses”; Cozcamiauh “collar de espigas”; Tlazoltéotl “diosa de la inmundicia” y, desde luego, Coatlicue “la de la falda de serpientes”. 


Tlazolteotl es un nombre de género neutro que significa “deidad de la inmundicia” y se piensa que es la que se come la suciedad, la purificadora, la confesora. Se describe tanto como la que da como la que quita el pecado. Se solapa con Ixcuina, una diosa coelctiva compuesta por cuatro hermanas. Como Tlazolteotl-Ixcuina era la “diosa de la inmundicia-la señora Algodón” asociada con el hilado, el telar y la fertilidad. Su papel en relación a la maternidad era el de diosa de la fertilidad a gran escala, no como madrina del parto.

[…] la imagen es un icono de la fertilidad […] 


A pesar del carisma de la pieza, se ha cuestionado su autenticidad y estudios recientes han sugerido que se trate de una concepción idealizada del siglo XIX de la expresión artística azteca. A pesar de su controversia, la pieza ha adquirido una identidad cultural que trasciende su valor. Se ha convertido en un símbolo del poder y del dolor del parto.

Estas deidades femeninas tenían una fuerte presencia en la mitología azteca y un santuario donde se les veneraba en el cerro de Tepeyac junto a Cihuacóatl “la señora de la serpiente”.

Desde la época prehispánica, el Tepeyac había sido un centro de devoción religiosa para los habitantes del valle de México. En ésta eminencia geográfica localizada en lo que fuera la ribera occidental del lago de Texcoco cerca de la Ciudad de México, se encontraba el santuario más importante de la divinidad de la tierra y la fertilidad. 

Esta diosa era llamada Coatlicue, el significado el nombre se conforma de Coalt que es nahualt por serpiente, tli es un locativo y cueitl es falda, (La de la falda de serpientes). 


Coatlicue, Museo Nacional de Antropología

Coatlicue también fue conocida por otros nombres, principalmente como Tonantzin. 

El nombre de Tonantzin, como antes he explicado, se usaba de la misma manera en que “Nuestra Señora” se usa para la Virgen María en el catolicismo.

La estatua principal de Coatlicue es un monolito de basalto que mide dos metros y medio de altura, recolocado actualmente en el Museo Nacional de Antropología e Historia en la Ciudad de México originaria de la “Casa negra”, el templo de la diosa en Tenochtitlán.

Coatlicue esta representada como una figura antropomorfa de la cosmovisión azteca. Es una diosa feroz con un aspecto espantoso y fascinante a la vez. 

En su cabeza se enfrentan de perfil, dos serpientes de coral que simulan dos chorros de sangre que brotan de su cuello degollado.


La figura petrea no posee ni manos ni pies, sino que tiene garras de águila lo que la pone en relación con su hijo Huitzilopochtli, el dios solar y dios de la guerra concebido como águila. 

Sobre cada uno de sus pies, en bajos relieves, dos ojos de águila que tratan de ver hacia el infinito.

Usa una falda de serpientes entrelazadas creando un tejido precioso con un borde de cascabeles y cabezas de serpientes alternándose que significa sus múltiples poderes de creación. Los cascabeles que producen lluvia, son símbolos de fertilidad.

Un collar de manos y corazones de las victimas sacrificadas rematado con un cráneo humano oculta parcialmente el pecho de la diosa. 

Sus senos cuelgan exhaustos por haber amamantado a todos los dioses, pues ella es Teteoinan, “la madre de los dioses” y de los hombres es Toci, “nuestra abuela”. 

A su espalda el pelo cuelga en 13 trenzas simbólicas de los 13 meses y los 13 cielos con adornos de tiras de cuero rojo, rematadas por trece caracoles, que es el atributo ordinario de muchas diosas de la Tierra como simbolo de la espiral.



Del ombligo de Coatlicue se abre la boca del abismo. 
El cráneo sobre el ombligo simboliza la vida y la muerte. 

Y en la parte baja, en el plano de apoyo de la escultura, en bajos relieves, Mictlantecuhtli aparece con brazos y piernas abiertos en cruz. Junto con su esposa Mictecacíhuatl, regía el mundo subterráneo o reino de Mictlán.



A Coatlicue también se la representaba como una madre que llevaba a un niño en sus brazos, pues era una diosa madre para los aztecas. 

Se la considera la diosa azteca que dio a luz a la luna, las estrellas. 

Su esposo era Mixcóatl, la “serpiente de las nubes”, dios de la tempestad, de la persecución y de la caza. 




Esta pareja tuvo 400 hijos, los astros que iluminan los cielos. Entre ellos se destaca su hija mayor, Coyolxauhqui, “campanas doradas”, diosa de la luna, la hija más poderosa de esta pareja y la líder entre todos sus hermanos.




Coatlicue es también la madre de Huitzilopochtli, el dios del sol y de la guerra, se quedo embarazada luego que recogiera una bola de plumas de colibri y se le metiera en el regazo mientras estaba barriendo los templos del Coatepec (Cerro de la Serpiente) como parte de una penitencia que le había sido impuesta por matar a su esposo Mixcóatl cuando descubrió que le era infiel con su hermana Chimalma.




Este embarazo misterioso en su recién estrenada viudez ofendió a sus otros cuatrocientos hijos (los Centzon Huitznahua) enfurecidos, le exigen que revele el nombre del padre, que ella desconoce, no olvidemos que el hecho tuvo lugar en la Montaña Serpiente y con una bola de plumas, con estos dos datos es fácil deducir que el desconocido responsable del embarazo de la menopáusica viuda Coatlicue no puede ser otro que Quetzalcóatl, la legendaria Serpiente Emplumada, el hijo de Chimalma y… Mixcóatl.

Tras la noticia, instigados por su hermana Coyolxauhqui, los Centzon Huitznahua decidieron matar a su deshonrada madre. Así fue que decapitaron a Coatlicue, pero en ese mismo momento, Huitzilopochtli salió de la matriz de su madre armado completamente y mató a muchos de sus hermanos y hermanas, cuyos cuerpos se convirtieron en Estrellas. A su hermana Coyolxauhqui le corto la cabeza y la arrojó al cielo, donde pasó a ocupar el lugar de la luna.

Y el llamado Tochancalqui
puso fuego a la serpiente hecha de teas llamada Xiuhcóatl,
que obedecía a Huitzilopochtli.
Luego con ella hirió a Coyolxauhqui,
le cortó la cabeza 
(Mente Inferior),
la cual vino a quedar abandonada
en la ladera de Coatépetl.
El cuerpo de Coyolxauhqui
fue rodando hacia abajo,
cayó echo pedazos,
por diversas partes cayeron sus manos,
sus piernas, su cuerpo.
(Códice Florentino 1978 (III.l): 77-78)


Entre los múltiples mitos que se entretejen con la historia mexica, están los que relatan la lucha del sol, Huitzilopochtli, contra sus hermanos, la luna y las estrellas, de la que el sol resulta triunfador, surgiendo cada mañana como Cuautleuánitl, “el águila que asciende”, y desapareciendo en el poniente como Cuauthémoc, “el águila que desciende”.

La serpiente es un animal sagrado en la cultura azteca ya que representa la naturaleza en muchas formas. 

La triada de diosas serpientes “coatl”: Coatlicue (Falda de Serpientes), Cihuacóatl (Mujer Serpiente), y Chicomecoatl (Siete Serpientes) como todas las deidades portadoras de serpientes evocan los ciclos estacionales, la riqueza dela tierra, la abundancia de las cosechas.





La serpiente se le admira y representa en su doble función de creadora y destructora. 

Coatlicue, la madre primigenia, es un claro ejemplo de la dualidad universal, la intrínseca relación vida y muerte, dos caras del mismo concepto, es la generadora de todas las criaturas y astros, como también el ser monstruoso que devora a sus hijos al final de un ciclo. 

La que con Amor nos genera y después nos reclama para transformarnos en Energía. 


Tercer aspecto de la diosa Madre: La anciana

LA FUERZA FEMENINA DE LA MUJER DA EL INICIO DE LO QUE VA A LLEGAR. ESTAMOS EN UNA ERA DE CAMBIO Y TRANSFORMACIÓN DÓNDE LA MUJER HA DE HABER EQUILIBRADO Y SANADO SUS HERIDAS PARA PODER SER DEVORADA Y PONER EN JUEGO SU PODER. 

DESDE EL SOL INTERNO, SOL DE MI CORAZÓN, FEMENINO Y MASCULINO EN UNO, ALUMBRÁNDOSE ASÍ MISM@. 


Credora de Sí Dándo a Luz al AMOR DEL MUNDO. 



La diosa de la vida y la fertilidad, también muestra un lado más sombrío como diosa de la muerte y el renacimiento. 

Coatlicue, diosa madre, es un claro ejemplo de la dualidad en la cual la cosmología precolombina se basa, la intrínseca relación vida y muerte, dos caras del mismo concepto.

En diversas representaciones la mitad de su rostro es de mujer y la otra mitad muestra un cráneo descarnado, pensando en la descomposición y degradación que hace de la tierra algo fértil. 

La unión de la dualidad en nosotros a través de la energía de dolor y felicidad dando a Luz, el Todo y la Nada, la VIDA Y LA MUERTE, TODO EN UN@, quedando solo el AMOR AL SER NACIDO AL NACIMIENTO DE ALGO NUEVO - Amor que Somos -.

Mundo de Arriba-Mundo de Abajo y Nosotros en Medio. El Corazón del Cielo es la SABIDURÍA.
El Corazón de la TIERRA es la EMOCIÓN - SENTIMIENTO.
El Corazón del SER HUMANO en medio, ES EL AMOR. 

Somos el eslabón que UNE lo de arriba con lo de abajo, el cielo con la tierra, la dualidad en la unidad, LA SABIDURÍA PENSAMIENTO CON EL SENTIMIENTO CORAZÓN.


Tonantzin Coatlicue era venerada (que no adorada) en el Tepeyac cada 12 de diciembre durante el solsticio, fecha de nacimiento de Huītzilōpōchtli. 






La ocupación y conquista se baso en la destrucción total de la cultura indígena. Cada templo de la cultura antigua fue desmantelado y reconstruido en forma de iglesia católica. El templo de Tonantzin fue destruido completamente como resultado de la Conquista y reconvertido en el asiento de la capilla de la Virgen de Guadalupe. 

Existe debate entre los historiadores acerca de si los conquistadores españoles decidieron utilizar el culto a Tonantzin como base para desarrollar el culto a la Virgen de Guadalupe. Muchos indígenas usaron el nombre de Tonantzin-Guadalupe, que consideraban una misma deidad.

Tonantzin, hoy Nuestra Señora de Guadalupe, se le apareció varias veces al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en 1531 en el cerro el Tepeyac, en las afueras de Tenochtitlán, donde actualmente es la villa de Guadalupe en México DF. 

El nombre de Juan Diego Cuauhtlatoatzin significa “el águila que habla” o también “Aquel que habla como el águila”. En su cuarta aparición, LA GUADALUPANA, ordenó a Juan Diego que se reconstruyera su templo que había sido derribado por los españoles en 1521.


Hoy, la Virgen de Guadalupe o Tonantzin Guadalupe es la figura religiosa más importante de los mexicanos a la que se le pide alimento, protección y buena cosecha. En la palabras de historiador Francisco de la Maza: “En México no todos somos católicos pero todos somos guadalupanos”

En este sentido, el mito Guadalupano es uno de los más interesantes fenómenos sociales que fundamentaron el proceso de sincretismo religioso entre los pueblos de América.





En la mitología celta, la diosa Danu o Dana, Anu o Ana es la madre de Dagda (el Buen Dios), y relacionada directamente con la diosa Brigit. una de las diosas más populares adoradas por los pueblos célticos, incluyendo a los druidas. Hay un cierto paralelismo entre Tonantzin y lo que sucedió en Irlanda con Brigit, solo que cuando los españoles llegan a Mexico, las vírgenes ya se habían convertido en una forma de conversión, pero cuando Patricio llega a Irlanda todavía no había ese culto a las vírgenes y Brigit la convirtieron en Santa Brigida de Irlanda.

Sin duda la oscuridad de nuestro tiempo requiere una nueva iluminación y de una nueva ilustración, algo que nos permita, como señala el profesor Losada Goya, uno de los más entusiastas promotores del estudio del mito en la actualidad, “comprender nuestra propia conciencia en un mundo desconcertante” (2015: 16), algo que nos permita, desde un punto de vista laico, una nueva sacralización de la vida cotidiana que,  sostenga la esperanza de que un cambio que ha tenido lugar al iniciarse un ciclo, un nuevo tiempo, dónde la Luz en tiempos complejos, alumbra nuevas conciencias individuales y con el deslumbramiento de los tiempos sin tiempo y nacid@s de la Gran Madre, UNA NUEVA INTELIGENCIA SUPERIOR INTERNA, RECONECTIVA Y PLANETARIA.

Coatlicue, la Gran Madre Azteca

Otras advocaciones :
Tonantzin, Teteoinan, Yaocíhuatl, Quilaztli, Tlazoltéotl, Cozcamiauh, Toci, Huitztilincuatec

Animales sagrados:
Serpiente y aguila

Atributos:
Madre Tierra. Madre Universal. Diosa Madre del Cielo y de la Tierra. Madre de las Estrellas del Sur. Madre del dios solar 

Huitzilopochtli. Diosa de la tierra fértil sin labrar. Protectora de los ciclos naturales. Diosa del parto. Diosa del fuego. Patrona de la vida y la muerte. Guia del renacimiento. Nuestra Abuela. “La devoradora de hombres”

Arquetipos:

Coatlicue es el tercer aspecto de la diosa Madre: La anciana. Una deidad primigenia y dual de origen telúrico, diosa ctónica creadora y destructora.

Símbolos:

Falda de serpientes, collar de manos y corazones
Diosas equivalentes en otras culturas:
Ixchel y Akhushtal, en la mitología maya.
Renenutet y Uadyet, las diosa serpientes de Egipto Antiguo
La diosa frigia, Cibeles de Anatolia

La ancestral Hécate, diosa de los carios de Anatolia, revitalizada en nuestros días a través del Neopaganismo, Danu o Dana, también llamada Anu o Ana en la mitología y posteriormente relacionada con Brigit en Irlanda.



Fuentes: González Torres, Yolotl (1995). Diccionario de mitología y religión de Mesoamérica. México: Editorial Larousse. ISBN 970-607-802-9.
Jean-Claude Delhalle / Albert Luykx Coatlicue o la degollación de la madre
https://icono14.net/ojs/index.php/icono14/article/view/1049/608
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